CAPÍTULO I
UNA PRESENCIA MALIGNA
"Una luz intensa y joven nace desde arriba, desde las tejas transparentes del techo y las altas
aberturas que hay en los muros, y se desparrama a todo lo largo de la plaza de mercado. Son las
siete de la mañana. Los vendedores anuncian sus productos, sus precios, sus rebajas y sus ofertas
con voces fuertes y entrenadas que generan una algarabía que atraviesa las paredes del recinto hasta
alcanzar las calles que rodean la parte externa de la plaza. La abundancia salta a la vista en los
múltiples corredores que se extienden paralelos de sur a norte y de oriente a occidente: naranjas,
mandarinas, maracuyás, mangos, guanábanas, limones, zanahorias, cebollas, pimientos, tomates,
rábanos y una lista innumerable de frutas y vegetales que esperan a los compradores en bultos, cajas
de madera y bandejas de cartón y de plástico que están ubicadas al alcance de la mano. Los olores
de las hierbas bombardean las narices heladas de los caminantes: la albahaca, la limonaria, el
cilantro, el perejil, el cidrón. En una esquina, abarcando el espacio completo desde el piso hasta el
tejado, están los locales de artesanías y plantas ornamentales: helechos, cactus, pequeños pinos en
miniatura, y al lado, proliferando por los intersticios y los rincones, los canastos, las materas, las
cucharas de palo y los objetos elaborados en cabuya y en cuerdas de fique. En la esquina contraria
están las carnicerías y las ventas de animales vivos: gallinas, patos, conejos, hámsteres y gallos de
pelea.
Aquí y allá hay hombres y mujeres transportando víveres en pequeños carros de metal,
trasladando cajas de madera atiborradas de tomates o de remolachas, moviendo bultos de papa o de
arveja. Parecen pequeñas hormigas cumpliendo con ciertas funciones predeterminadas en las
cercanías del hormiguero..."
UNA PRESENCIA MALIGNA
"Una luz intensa y joven nace desde arriba, desde las tejas transparentes del techo y las altas
aberturas que hay en los muros, y se desparrama a todo lo largo de la plaza de mercado. Son las
siete de la mañana. Los vendedores anuncian sus productos, sus precios, sus rebajas y sus ofertas
con voces fuertes y entrenadas que generan una algarabía que atraviesa las paredes del recinto hasta
alcanzar las calles que rodean la parte externa de la plaza. La abundancia salta a la vista en los
múltiples corredores que se extienden paralelos de sur a norte y de oriente a occidente: naranjas,
mandarinas, maracuyás, mangos, guanábanas, limones, zanahorias, cebollas, pimientos, tomates,
rábanos y una lista innumerable de frutas y vegetales que esperan a los compradores en bultos, cajas
de madera y bandejas de cartón y de plástico que están ubicadas al alcance de la mano. Los olores
de las hierbas bombardean las narices heladas de los caminantes: la albahaca, la limonaria, el
cilantro, el perejil, el cidrón. En una esquina, abarcando el espacio completo desde el piso hasta el
tejado, están los locales de artesanías y plantas ornamentales: helechos, cactus, pequeños pinos en
miniatura, y al lado, proliferando por los intersticios y los rincones, los canastos, las materas, las
cucharas de palo y los objetos elaborados en cabuya y en cuerdas de fique. En la esquina contraria
están las carnicerías y las ventas de animales vivos: gallinas, patos, conejos, hámsteres y gallos de
pelea.
Aquí y allá hay hombres y mujeres transportando víveres en pequeños carros de metal,
trasladando cajas de madera atiborradas de tomates o de remolachas, moviendo bultos de papa o de
arveja. Parecen pequeñas hormigas cumpliendo con ciertas funciones predeterminadas en las
cercanías del hormiguero..."
No hay comentarios.:
Publicar un comentario