viernes, 12 de diciembre de 2014

El Nadaísmo y la poesía -Gonzalo Arango--


Trataré de definir la poesía como toda acción del espíritu completamente gratuita y desinteresada de presupuestos éticos, sociales, políticos o racionales que se formulan los hombres como programas de felicidad y de justicia.

Este ejercicio del espíritu creador originado en las potencias sensibles, lo limito al campo de una subjetividad pura, inútil, al acto solitario del Ser.

El ejercicio poético carece de función social o moralizadora. Es un acto que se agota en sí mismo. Que al producirse pierde su sentido, su trascendencia. La poesía es el acto más inútil del espíritu creador. Jean Paul Sartre la definió como la elección del fracaso.

La poesía es, en esencia, una aspiración de belleza solitaria. El más corruptor vicio onanista del espíritu moderno.

...Y la poesía Nadaísta es la libertad que desordena lo que ha organizado la razón, o sea, la creación inversa del orden universal y de la Naturaleza...



Tal adivinación sobre la esencia de la poesía, materializa la fe creadora del mundo irracional y consciente en la poesía Nadaísta, de la cual se excluye la polémica, la dialéctica, la lógica, la retórica, el ritmo, la rima, la belleza clásica, el sentimiento, la razón, para quedar reducida a la simple intuición de belleza purificada y liberada de la satrapía de las entelequias y de las formas, y depurada en el simple esquema, la honda víscera del irresponsable espíritu creador que produce simultáneamente belleza Consciente-Inconsciente; Irracional-Conceptual; Onírica-Despierta; o sea belleza pura-nata como un pecado original.

Belleza que es protesta y desobediencia a todas las leyes Ético-Políticas-Estéticas-Socia les-Religiosas, y es vértigo ante el peligro de lo prohibido. Porque ser poeta significa aceptar esa pasión culpable y a la vez redentora derivada de la alegría que produce la destrucción del Orden Universal. En cuya destrucción se purifica el espíritu de todas sus resignaciones, conformismos divinos y revelados que traen el mensaje de la perdición y esclavitud del espíritu.

Por la gran causa libre de la poesía no es posible, ni lícito, ni permitido, hipotecarla en empresas idealistas de orden social o político. Eso sería asignarle un legítimo carácter bastardo a su género.

No se puede comprometer la poesía asignándole responsabilidades espirituales o morales en el devenir del hombre y de la Historia. De eso se encargaría la política, que es arte y ciencia al mismo tiempo, implica aspiraciones de justicia y de felicidad, y es síntesis de valores racionales.

Al surgir esta nueva forma de belleza Nadaísta toca a su ocaso la belleza clásica; la belleza medida y calculada; la belleza pulsada e inspirada; el pasatiempo de la belleza; la enseñada por los profesores de retórica; la belleza del éxtasis celeste; la belleza lírica; la belleza elegíaca; la belleza épica y pastoril; el truco abominable de la belleza parnasiana; la que fabrican los poetas masivos y mesiánicos..., pero sobre todo, la belleza que se hace con olor a mujer, esa detestable traición a la belleza que es el romanticismo.


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