viernes, 25 de febrero de 2011

para ver y pensar

Esta es una  serie de  documentales  los  cuales muestran  diferentes  perspectivas   y  aspectos  concretos  sobre   nuestro  papel en  la contemporaneidad 


  • Por qué luchamos















El orden criminal del mundo 








DEMOCRACIA EN LAS CALLES












Titulos de otros  documentales!!


  • La globalización y los medios (de comunicación)


  • El desastre de África


  • Con ánimo de lucro


  • La OMC, un peligro para los pueblos


  • USA, el blues de los medios


  • Hambre de soja (Ecocidio globalización Argentina)


  • Globalizacion: violencia o dialogo


  • La.otra globalizacion


  • Sin logos: marcas y globalización


  • Privatizando el mundo


  • Democracia en las calles

lunes, 21 de febrero de 2011

APROXIMACIÓN SOCIOLÓGICA:


LA SOCIALIZACIÓN SECUNDARIA COMO
REFERENTE OBLIGADO DE COMPRENSIÓN DE LA CONSTRUCCIÓN DEL
SUJETO POLÍTICO.


En la perspectiva sociológica la socialización ha sido entendida como el proceso a través del cual el sujeto internaliza la realidad externa en sus dimensiones natural y social, constituyéndola en realidad subjetiva. La reflexión sobre este proceso se ha desarrollado en el marco de dos extremos: el determinismo objetivista que considera al sujeto como un ser pasivo que es moldeado por la realidad objetiva, y el voluntarismo subjetivista que define al individuo como sujeto libre de determinaciones y creador de su propia realidad. En el centro de esta tensión se ubican las teorías contemporáneas que desde una visión más integral, recogen la tradición de Durkheim (1973) como representante clásico de la corriente objetivista y los planteamientos de la fenomenología sociológica desarrollada inicialmente por A. Schutz (1974) y el interaccionismo simbólico, cuyos supuestos se originan en las teorías del filósofo y psicólogo G. H. Mead (1973), quienes reconocen el papel activo del sujeto tanto en la construcción de las significaciones, como en los procesos de internalización. Este intento de integración es propuesto y desarrollado desde la sociología del conocimiento por Peter Berger y Thomas Luckmann (1983).

a. Perspectiva Objetivista:  

Para Durkheim la base de la sociedad es un orden moral y los contratos que las personas hacen para regular la vida social, tienen un origen no racional constituido por las ideas compartidas, que no tienen carácter inmutable, en tanto van cambiando al mismo tenor de los cambios en las condiciones materiales de la existencia. Si se acepta este planteamiento, los preceptos morales característicos de una época (valores, orden social, significados culturales, etc.), considerados socialmente válidos y legítimos, tienen que ser inculcados a las nuevas generaciones; pero como este orden moral no es inmutable en tanto depende de la época (relativismo moral), también habrá que ayudar a las nuevas generaciones a desarrollar las predisposiciones que les permitan producir los valores que la evolución de los tiempos requiere.

En esta corriente objetivista, los preceptos morales determinan y regulan la conducta individual en tanto la sujetan a normas exteriores (moral del deber). Pero la norma es vivida por los sujetos de acuerdo a predisposiciones que los llevan a actuar de una determinada manera (interiorización de la norma o hábito). Según Durkheim, estas predisposiciones básicas son, por una parte el respeto y la sujeción conciente y crítica a las normas, y por otra, la orientación hacia un ideal. Para que la norma sea interiorizada se requiere que el agente socializador posea como característica fundamental, la autoridad, condición que le confiere poder a la norma (base de la disciplina en los ámbitos institucionales). La disciplina, al imponer hábitos, regula y contiene las conductas humanas transformándolas en conductas normalizadas, lo que según Durkheim no implica la pérdida de la libertad en tanto la define como fruto de la reglamentación que posibilita ordenar la conducta hacia el logro de los ideales humanos: junto a la “moral severa, ruda, compuesta de prescripciones coercitivas que se nos imponen desde fuera, el bien es la moralidad en cuanto se nos aparece como ... un ideal amado al que aspiramos por medio de un movimiento espontáneo de la voluntad”. Es alrededor de estos ideales comunes, externos al sujeto, que a través de la socialización política, una sociedad puede cohesionarse. Durkheim propone como ideal básico: el altruismo, como capacidad para abrirse a la exterioridad e incorporarla como algo propio dándole existencia subjetiva, que puede aprenderse en procesos de socialización en instituciones secundarias, como la escuela. El altruismo garantiza que la conducta social pueda orientarse a intereses colectivos pues suscita en las individualidades el sentimiento de adhesión y participación en entidades sociales que trascienden al propio sujeto: la familia, la comunidad, el país, el género humano.

b. Perspectiva subjetivista: 

La fenomenología desarrollada por A. Schutz, considera la sociedad como una construcción social, en tanto las acciones sociales no son meras determinaciones de las estructuras, sino que obedecen a intencionalidades y expectativas de los actores, que tienen su origen en su biografía y en su posición de clase. Por su parte, el interaccionismo simbólico inspirado en G. H. Mead sostiene que “la organización social es un esquema, en el interior del cual las unidades actuantes desarrollan sus acciones. Características estructurales tales como ‘la cultura’, ‘los sistemas sociales’, ‘la estratificación social’, o ‘los roles sociales’ constituyen condiciones para su acción, pero no la determinan. La gente –esto es las unidades actuantes- no actúan orientadas por la cultura, la estructura social o algo parecido. Actúan orientadas por las situaciones. Las organizaciones sociales solo entran en acción en la medida en que conforman situaciones en las que la gente actúa, y en la medida en que proporcionan conjuntos fijos de símbolos, que la gente usa para interpretar sus situaciones”. Estos planteamientos del subjetivismo sociológico se oponen claramente al planteamiento Durkheimniano que define las normas y los valores sociales-objetivos, como determinantes de la conducta del sujeto. Esta corriente rescata el papel activo del sujeto, como constructor y creador de realidades y no como reflejo de estructuras externas o actuante de roles determinados por otros, al negar el determinismo de las objetivaciones sociales y afirmando la existencia de sujetos libres que interactúan de acuerdo con sus propias interpretaciones y normas.

c. Corrientes contemporáneas:  

En un intento de integración Berger y Luckmann articulan los planteamientos de estas dos perspectivas a través de una propuesta teórica, respaldada en la sociología del conocimiento, en la que afirman cómo la construcción de la sociedad y la configuración de identidad social, forman parte de un proceso continuo dialéctico compuesto de tres momentos: la externalización, como momento en el que los seres humanos en procesos de interacción construyen un orden social y lo constituyen en conocimiento social; la objetivación, cuando el orden social construido a través de procesos de habituación e institucionalización, y en respuesta a la necesidad de legitimidad para el ejercicio del control, se objetiva ocultando su génesis humana en representaciones simbólicas y haciéndose extraño a las nuevas generaciones; y la internalización, “por la que el mundo social objetivado vuelve a proyectarse en la conciencia durante la socialización”.


Berger y Luckmann diferencian la socialización primaria que se lleva a cabo en el entorno familiar y que tiene un carácter claramente impositivo, dado su fuerte componente emotivo, de la socialización secundaria, cuyas mediaciones afectivas se debilitan, disminuyendo el carácter impositivo del orden social como marco de regulación de la acción humana. En la socialización primaria, el niño al nacer se enfrenta con un mundo ya constituido, que lo trasciende, en el que las definiciones que los otros significantes hacen de su propia situación le son presentadas como realidad objetiva, como conocimiento social desde el cual el niño se relaciona con el mundo: ”Lo que en la sociedad se da por establecido como conocimiento, llega a ser simultáneo con lo cognoscible, o en todo caso proporciona la armazón dentro de la cual todo lo que aún no se conoce llegará a conocerse”. Dado el fuerte nexo afectivo, el niño se identifica con los otros significantes en diversas formas emocionales, lo que hace que los resultados de la socialización primaria queden fuertemente arraigados en la conciencia subjetiva del niño y afectarán las formas posteriores de socialización.
Los procesos de socialización secundaria como internalización de ‘submundos’
institucionales, se desarrollan en contextos en los cuales las interacciones
humanas están mediadas más por los intereses institucionales y por las prácticas
que allí se desarrollan, que por redes afectivas, positivas o negativas, parentales
o filiales. Si se quieren generar rupturas con lo aprendido en la socialización
primaria hay que ‘emocionalizar’ el proceso e introducir una acción intencional,
denominada por Berger y Luckmann: la alternación. Las condiciones sociales de
la alternación tienen que ver con las estructuras de plausibilidad social, posibles
si los agentes socializadores están dotados de autoridad frente a los niños, si
éstos logran una identificación emotiva frente a los agentes, si se logra
desarrollar un sentido de afiliación a una comunidad: “la estructura de
plausibilidad debe convertirse en el mundo del individuo, desplazando a todos los
demás mundos, especialmente a aquel en que el individuo ‘habitaba’ antes de la
alternación.” El sujeto tiene que llenarse de razones y sentimientos que legitimen
su nueva situación.

Estos planteamientos tienen importantes implicaciones para pensar el potencial
de propuestas formativas intencionales, en procesos de socialización secundaria,
para el desarrollo de actitudes y concepciones (favorables a la democracia) que
no se corresponden con aquel conocimiento social que fue agenciado durante la
socialización primaria en el contexto de la familia (autoritarismo, inequidad,
violencia). Por una parte, aceptan la posibilidad de generar transformaciones en
la conciencia y en la acción subjetiva de los niños (actitudes políticas),
pertenecientes a instituciones o ‘submundos’ secundarios, como la escuela,
desde acciones intencionadas de los agentes socializadores; y por otra, explicitan
la importancia de desentrañar de la conciencia subjetiva las concepciones
políticas que los niños, las niñas y los y las jóvenes tienen, pues desde ellas
participan en la construcción activa del nuevo orden social (democracia –
reconstrucción del tejido social). Este planteamiento estaría así, en el corazón
mismo de la formación ciudadana.