martes, 3 de noviembre de 2015

El Psicoanalisis y el secreto

El Psicoanálisis y el secreto
ACTUALIDAD DEL LAZO
El Psicoanálisis y el secreto
Jorge Yunis


Abundantes son las caracterizaciones que se hacen, desde diversas corrientes de pensamiento, acerca de la actualidad que nos toca vivir: desamparo, hipermodernidad, masificación, espectáculo…cada una de las cuales aborda una perspectiva para nada descartable en lo que se refiere a las consecuencias sobre la subjetividad.
El psicoanálisis agrega otro enfoque: en múltiples ocasiones Jacques Lacan plantea que el modo de operar de la ciencia se funda en la exclusión del sujeto, esto es, de la subjetividad.
Esta exclusión del sujeto es una de las condiciones sine qua non del avance tanto de la ciencia como de la técnica y, a su vez, es una de las determinaciones que dieron lugar al surgimiento del psicoanálisis. Tal como también lo señala Lacan, éste sería impensable sin el previo asentamiento de la ciencia moderna. Y, además, precisamente, el psicoanálisis se caracteriza por hacerse cargo de ese sujeto excluido por la misma.
Otro enfoque, ya no psicoanalítico, podríamos extraerlo de algunas páginas de Ser y Tiempo.Allí, Martín Heidegger avanza lo que podríamos denominar un intento de pensar la cultura de masas en esta era teñida por la silenciosa niebla de la técnica; lleva a cabo un análisis de laalienación cuya vigencia hoy es indiscutible. En términos más próximos a los nuestros podríamos decir: se ha rebajado el lenguaje a la palabra vacía (habladurías), se ha bastardeado el deseo (afán o avidez de novedades) y se ha diluido la responsabilidad y la decisión (ambigüedad).
Esta caracterización se anticipa con sorprendente verosimilitud al status de los individuos en esta actualidad del mandamiento hacia el bienestar y de la masificación. Pero cuidado, ya no estamos refiriéndonos a aquella de Psicología de las masas…sino que hoy debemos tener en cuenta que lo masivo se da de una forma muy particular: todos participan de lo mismo, pero en soledad y a distancia. La masificación del goce se ha vuelto la rutina de las soledades.
Por otro lado, aquella exclusión del sujeto operada por la ciencia tiene ya correlato en las relaciones económicas, políticas, sociales, y en las consecuencias éticas: todo se apoya en una definición aritmética o estadística de los individuos. Y "…en la sociedad estadística, nadie debe tener secreto, ni el criminal ni el inocente (…). Siempre se habla de libertades y protección a los individuos, pero en realidad esas palabras ya no tienen sentido; la máquina de arrebatar lo íntimo ya está instalada"[1] .
Al psicoanálisis le corresponde hacerse cargo de aquellas soledades y de lo que persiste de lo íntimo.
Mientras tanto, las parcelas de lo real que insisten en no ser reducidas por lo simbólico -esto es, todo aquello que denominamos síntoma- , son hoy atormentadas por un intento de captura meramente imaginario. Es así, entonces, que todo síntoma trata de ser eliminado: por la comprensión desde el yo, por el consenso y también por la coerción. Hay que reducir todo lo que existe a lo útil.
Todo puede ser dicho, todo puede ser percibido, todo puede ser mostrado; esto equivale a: ya no hay derecho a lo íntimo. Y, en solidaridad con ello, predomina lo que alienta la ruptura y disolución de los lazos sociales.
En esta encrucijada tenemos al psicoanálisis como una especie de contracorriente que, además de tomar a su cargo el sujeto excluido por la ciencia, se ocupa, precisamente, de lo inútil: los sueños, los chistes, los actos fallidos -o, como diría Jacques Lacan, el goce, aquello que no sirve para nada-.
Continuemos con nuestro recorrido. Entre las innumerables secuelas de lo que acontece en este momento de la civilización tenemos los demoledores embates contra el lenguaje.
Sabemos el peso que se ha dado a todo aquello que priorice la imagen, lo imaginario. La riqueza del lenguaje, su cualidad de decir más de lo que dice, sus equívocos, sus indeterminaciones, son siempre peligrosas para aquellos que viven apegados a lo concreto o lo útil. La estrechez patética de las vías verbales o escritas de los medios no es sino una prueba más del aplastamiento a que el lenguaje es sometido pues se sabe que en sus matices, en su riqueza, radica su mayor potencia crítica.
Allí, el psicoanálisis, prosigue su tarea relativa al bien decir. No nos engañamos respecto al lenguaje, sabemos su potencia de ser funcional al goce. Pero también sabemos que la única vía posible de abordar y tratar el sufrimiento subjetivo es a través de la palabra, a través de lo simbólico. Para Freud y para el Lacan de los inicios de su enseñanza, el síntoma es curable: a través de la palabra poder arrancar su sentido. Más adelante, en Jacques Lacan, encontraremos que el síntoma está habitado tanto por el sinsentido como por el goce. Este efecto de goce proviene del campo del lenguaje, y sólo puede suprimírselo mediante la función de la palabra. Es decir, a través de los significantes posibilitar un despliegue diferente del sufrimiento y del goce.
Vivimos una época -la del discurso capitalista sin nada que se le oponga- donde el deseo ha sido obturado por la producción de más y más necesidades, esto es, la producción ilimitada de demandantes de goce. "Lo que llamamos discurso capitalista es, sin duda, una forma del discurso del amo, pero no es capaz de refrenar al superyó. Impera, más bien, al servicio del superyó". [2] Es un discurso que borra la singularidad, donde se diluye el poder de referente de los significantes amos por los cuales el sujeto podría hacerse representar. Es un pseudo discurso ya que en realidad se distingue por su corrosividad respecto de los lazos sociales.
El psicoanálisis, en cambio, plantea su práctica en función de "…obtener la diferencia absoluta, la que interviene cuando el sujeto, confrontado al significante primordial, accede por primera vez a la posición de sujeción a él"[3]. Es decir, va al encuentro de su singularidad, de lo incomparable. Y esto sólo es posible si esta singularidad es tomada en un discurso, o sea, en un lazo social. Si se elide el lazo social, la relación que queda es al Otro que, en sus diversas versiones, Lacan llama los Dioses oscuros.
Esta alianza entre capitalismo, ciencia y técnica, la precariedad de los lazos, mas la falta de ideales de referencia, lleva a los individuos a cierta posición canalla, sin signos de división subjetiva y sin acotamiento del goce.
La dependencia de los objetos del bien vivir se induce por doquier; la distancia al deseo parece fácilmente eliminable. Se ha creado así el consumidor ideal, distraído por los bienes de consumo masivos, anegado por un goce no sexual, no fálico y por tanto no fuera del cuerpo pero sí fuera del lenguaje.
Esto tiene su repercusión en la clínica: ya es muy difícil recibir un pedido de atención por alguna conmoción en lo referido a los ideales o el desfallecimiento de ciertos significantes amos, formas que son las típicas de lo que hemos caracterizado como sujeto del inconsciente. Hoy, los individuos, acuden por el desbordamiento de un goce -exceso o abstinencia de alguna sustancia-, por un rechazo respecto del Otro -como en los pasajes al acto- o la irrupción de lo real del cuerpo -como en los fenómenos psicosomáticos-.
Estas formas que predominan en la actualidad, muestran una variación enorme en lo referido al pedido de atención. Es patente la dificultad para hacer transitar el padecimiento por vía de los significantes, y, por ende, para hacer consistir una demanda -en muchas circunstancias las demandas provienen de alguna institución, de un familiar, etc., sin que el individuo sepa si quiere o no acudir-. Este déficit simbólico no es sino el correlato del desamarre del sujeto de la referencia fálica -no olvidemos que una de las características que Jacques Lacan le atribuye al discurso capitalista es, precisamente, la exclusión de la castración-.
Ante estas circunstancias ¿qué hacer desde el psicoanálisis?
Sabemos que el psicoanálisis está situado en el marco de lo que la ciencia deja fuera como imposible y de lo que el discurso capitalista excluye. Debemos preguntarnos cómo hacer frente a ese real, cómo no retroceder ante él aunque se presente bajo el modo del horror.
Vivimos inmersos en una chatura mesetaria donde impera el absoluto abaratamiento de los ideales transformados en meros gadgets momentáneos y a la mano, y, por ende, en el aplastamiento propio del aburrimiento en la impiadosa y monótona continuidad del todo es posible.
Jorge Luis Borges, en su relato El inmortal[4] expone magistralmente las consecuencias de un mundo sin aspiraciones -porque todo es posible en la infinitud de la inmortalidad-, un mundo de hastío, donde todo es tolerado, y con el desdén y la indiferencia como norte ya que en la inmortalidad no hay ideales ni hay deseos.
"Nadie es alguien, un solo hombre inmortal es todos los hombres" (…) "Entre los inmortales, (…) cada acto (y cada pensamiento) es el eco de otros que en el pasado lo antecedieron, sin principio visible, o el fiel presagio de otros que en el futuro lo repetirán hasta el vértigo. No hay cosa que no esté como perdida entre infatigables espejos (…) nada es preciosamente precario".
Preciosamente precario, he allí la cuestión. Apuntamos a una clínica que en la actualidad debe situarse en poder instalar algo de lo preciosamente precarioen ese mundo-espectáculo de los infatigables espejos.
Apuntamos a una clínica que pueda sostener la dignidad de aquello que se dice sin saber, lo secreto, porque, en palabras de Thomas Mann "…el hombre mismo es un secreto, y toda humanidad reposa en el respeto al secreto del hombre".[5]
El psicoanálisis aún. He allí precisamente el lugar que nos hemos asignado.
Aún significa: el resto no es silencio.


Milner, Jean Claude – "La máquina de arrebatar lo íntimo" – revista Dispar nº 6 – Grama ediciones, Buenos Aires 2006.
Miller, Jacques-Alain – El lenguaje, aparato del goce – Colección Diva – Buenos Aires, 2000.
Lacan, Jacques – Seminario 11 Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis – Editorial Paidós – Buenos Aires, 1987
Borges, J.L., Prosa completa, "El inmortal", Editorial Bruguera, Vol. II, Barcelona 1980, págs. 19-20
Mann, Thomas, "Introducción a la Montaña Mágica" – Revista Analítica del Litoral nº 6 – Ediciones apeiron, Santa Fe, 1996.-

George Ivánovich Gurdjíeff

«Gurdjíeff mostró que la evolución del hombre [...] es el resultado del crecimiento [y desarrollo] interior individual; que tal apertura interior es la meta de todas las religiones, de todos los caminos, [...] pero que requiere un conocimiento directo y preciso, [...] pero que sólo se puede adquirir con la ayuda de algún guía con experiencia y a través de un prolongado estudio de sí y del trabajo sobre sí mismo».


Introducción de Perspectivas desde el mundo real. Málaga: Ed. Sirio, España, pág 8.